La cima del glaciar Sanaefellsjökull roza los 1500 metros de altitud y apenas hay cuatro kilómetros desde allí hasta el mar. Por eso en días muy claros, con cielo transparente, desde la terraza de La Perla en Reykjavík se ve brillar la boina de hielo.
En mayo de 1863, el profesor Lidenbrock, en su domicilio de Hamburgo, inspeccionaba con deleite un libro de aspecto antiquísimo que acababa de comprar. Se trataba de una copia manuscrita de la saga Heimskringla de Snorri Sturluson. En la cara interior de la cubierta aparecía el nombre de su anterior dueño, Arne Saknussemm. Mientras Lidenbrock lo hojeaba cuidadosamente, se desprendió de entre las páginas una nota suelta, una anotación extraña. Estaba escrita en caracteres rúnicos y su significado despertó la curiosidad del profesor y de su sobrino Axel. Curiosidad acrecentada una vez que, habiendo sustituido cada signo por su equivalente en el alfabeto latino, no hubo forma de encontrar sentido alguno hasta que Axel, en un golpe de suerte, dio con la clave. Bastó con leer el texto al revés para descubrir un mensaje comprensible: In Snefells Joculis craterem quem delibat umbra Scartaris, julii intra kalendas descende, audax viator, et terrestre centrum attinges; quod feci. Es decir: Viajero valiente: baja por el cráter de Snaefellsjökull que la sombra de Scartaris roza antes de las calendas de julio y llegarás al centro de la tierra. Yo lo hice. Arne Saknussemm.
El profesor Lidenbrock y sus acompañantes aceptaron el reto, viajaron a Islandia, penetraron por el cráter del volcán de Snaefells y, debido a las anomalías ocurridas en el funcionamiento de la brújula, terminaron regresando a la luz en el mar Tirreno, por la boca del volcán Stromboli, en las sicilianas islas Eolías.
En cuanto a nosotros, muy dispuestos también a explorar dada nuestra afición por los volcanes, la brújula no nos falla -llevamos GPS-, pero nos es adversa la fortuna siempre que pretendemos recrear la aventura ideada por Julio Verne en “Viaje al centro de la tierra”. En el año 1996 estuvimos al pie del glaciar Snaefells bajo una borrasca de mil demonios. En septiembre de 2009, en Sicilia, quisimos llegar desde Messina a la isla de Stromboli y ocurrió más o menos lo mismo. Y en 2010, de nuevo en la península de Snaefellsnes, logramos pasar de Olafsvík a Arnarstapi por la pista que sube hasta el glaciar, pero envueltos en una niebla más espesa que la propia vida. Cuando ya descendíamos hacia Arnarstapi, solo entonces, el viento furioso que soplaba del sur levantaba la niebla y dejaba ver a nuestros pies un precioso mar azul.
Solo aquí, en el tramo final de la pista, ya descendiendo hacia Arnarstapi, el fuerte viento del sur levantaba la niebla dejando a la vista un espectacular panorama.
Dos estupendas fotos del glaciar Sanefell, tomadas de la web de Peter Linden quien, al parecer, tuvo mejor suerte que nosotros y, obviamente, mucho más talento.
En 1985, Ragnar Kjartanssen construyó cerca de los acantilados de Arnarstapi la estatua de Bárður Snaefellsás (foto inferior). Según una saga, el tal Bárður, hijo de un rey noruego, era un tipo descomunal, medio hombre medio gigante. Instalado en esta costa sur de la península de Snaefells, fundó una granja que llamó Laugarbrekka y tuvo dos hijas también corpulentas pero de buen ver. Muy cerca vivía su hermano Þorkell, padre de dos chicos llamados Raudfelður y Solvi. Divirtiéndose un día a la orilla del mar los cuatro jóvenes, se acercó a tierra un témpano de hielo. Helga se subió encima y Raudfelður la empujó mar adentro. El iceberg se fue a la deriva y terminó en Groenlandia. La furia de Bárður fue tan grande que arrojó a Raudfelður al barranco de Raudfeldsgja, tiró a Solvi desde la peña de Solvahamar, al este de Arnarstapi, y luego él mismo desapareció para siempre entre los hielos del glaciar de Snaefellsjökull, por donde al parecer sigue vagando su espíritu. (La niebla no nos permitió ver nada de nada y, además, los espíritus son invisibles). La leyenda asegura que Bárður dejó un tesoro escondido junto al valle de Saxholsdalur, bajo el monte Bardarkista, nombre que significa el Cofre de Barður.
La estatua de Barður, hecha a base de piedras de lava, honra la memoria de Guðrún Sygtryggadóttir y Jón Sigurðsson, matrimonio que vivió en este lugar en el último tercio del siglo XIX y hasta mediados del XX, y de su hijo Trausti, que falleció por congelación en el paso de Jökulsháls en 1928, a los 19 años de edad.
Muy cerca de aquí, Bent Lárusson construyó la Búðakirkja -la iglesia de Búðir- en el año 1703. En 1848 fue reedificada a expensas de Steinunn Sveinsdóttir que no consiguió ayuda de la administración eclesiástica pero si contó con la licencia del rey danés. Recientemente, en 1984, el conjunto fue trasladado en una sola pieza hasta su actual emplazamiento. Ahora es un monumento nacional.
El monopolio comercial danés, a principios del siglo XVIII, tenía una de sus delegaciones en Arnarstapi, donde vivían unas 150 personas. Hoy, durante el año entero, apenas residen unos pocos. El lugar es muy hermoso, con las montañas próximas, las cascadas que se despeñan desde allí, las praderas entre los altos y el mar, la escarpada costa con los acantilados de basalto poblados de formas raras y de gaviotas y otras aves y el encantador puerto pesquero.
El monopolio comercial danés, a principios del siglo XVIII, tenía una de sus delegaciones en Arnarstapi, donde vivían unas 150 personas. Hoy, durante el año entero, apenas residen unos pocos. El lugar es muy hermoso, con las montañas próximas, las cascadas que se despeñan desde allí, las praderas entre los altos y el mar, la escarpada costa con los acantilados de basalto poblados de formas raras y de gaviotas y otras aves y el encantador puerto pesquero.
Arriba, ocultando el glaciar, la niebla espesa y persistente.
Panorámica de la costa sur de la península de Snaefellsnes (área de Budir y Arnarstapi) desde la pista que desciende del glaciar sobre el campo de lava.
Cerca del cráter de Bardarlaug, entre Arnarstapi y Hellnar (carretera 574), permanecen los vestigios de la antigua granja de Laugarbrekka donde, hacia el año 980, nació Guðríður Þorbjarnardóttir, la mujer más viajera de su tiempo. (Ver la entrada titulada LA INCREÍBLE LEYENDA DE GUÐRÍÐUR Þ.) Aquí hay otra reproducción de la escultura de Asmundur Sveinsson que representa a Guðríður a bordo del drakkar, alzando en brazos a su hijo Snorri.
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