viernes, 10 de septiembre de 2010

LA INCREÍBLE HISTORIA DE GUÐRÍÐUR Þ.



Interior de la actual iglesia de Glaumbaer.
 

Glaumbaer: la iglesia y la granja.
 

La granja de Glaumbaer. Entre la puerta de la iglesia y las casas se ve (casi hay que adivinarla) la escultura de Guðríður Þorbjarnardóttir con su hijo al hombro. 
 

La iglesia de Viðmýri desde el pórtico de entrada al atrio y cementerio.
 

Viðmýri: iglesia y cementerio.




Retomamos el relato de ayer, que se ocupaba de la travesía de Islandia por la pista 35.
Alcanzada la carretera N1 en Bólstaðarhlið y continuando viaje hacia el este, hacia Akureyri, es importante detenerse en las cabeceras del Skagafjörður, en las proximidades de Varmahlið.

Se conservan con primor en muchos lugares de Islandia edificaciones antiguas, iglesias, granjas y hasta aldeas enteras. Rarísima vez se trata de recreaciones. Por lo general son auténticas construcciones del siglo XIX y primera parte del XX, a menudo pertenecientes a granjas renovadas que continúan en explotación. En el sur son muy conocidos el Museo Arbaer de Reykjavík y la aldea-museo de Skógar. Y en el norte, la granja de Laufás en el Eyjafjörður y el Museo Glaumbaer, del que ahora nos ocuparemos.

En cuanto al sistema vernáculo de construcción en Islandia, lo primero que llama la atención al viajero mediterráneo es el tamaño diminuto de las pequeñas edificaciones adosadas y su peculiar techumbre. El tejado cubierto de terrones con su verde hierba fue habitual en toda Escandinavia y en Islandia hasta época no muy lejana. Aquí se llama torfþak (techo de hierba). Nunca utilizaron la paja de centeno ni la escoba o genista de las  antiguas construcciones rurales del centro y sur de Europa porque en Islandia no existe esa materia prima. 
En cuanto a las paredes, en la península de Escandinavia y en Finlandia se fabricaron con troncos, pero en Islandia, donde no había más madera que la que llegaba a la deriva sobre las olas, se utilizaron piedras de lava tallada.
La sección de los gruesos muros maestros es trapezoidal, con una base muy ancha. La cara interna es vertical pero la exterior se inclina hacia dentro y hace de contrafuerte para sostener el techo. Entre las sucesivas hiladas de piedra se intercala una capa de terrón. Con esta disposición, es posible rematar la estancia con una tosca bóveda cubierta de terrones. El peso del tejado es grande –mucho más cuando hay sobre él una gruesa capa de nieve- por lo que no es factible construir más que casas de muy pequeña planta y adosar unas a otras. La disposición de las paredes de piedra soporta bien los empujes y la compresión de las capas intermedias de terrones asegura la impermeabilización de las estancias.

En Varmahlið, algunos carteles indicadores en la carretera N1 señalan el emplazamiento de la iglesia de Viðmyri. De ella han dicho que es el más puro ejemplo y el más valioso recuerdo de la arquitectura vernácula. La madera utilizada en la fachada principal y en el interior fue seleccionada entre los troncos que el mar trajo a la deriva desde el continente. El arco o pórtico de entrada al atrio y al cementerio –común a todas las iglesias del país- permanece tal cual desde la reconstrucción de 1834. El púlpito y el altar son mucho más antiguos.
Los granjeros de Viðmyri en la época de las Sagas pertenecieron a una notable familia islandesa, los Asbirningar.

Tomando desde Varmahlið la carretera 75 en dirección a Sauðárkrókur, la granja de Glaumbaer o Museo Etnográfico de Skagafjörður está muy cerca. Las edificaciones más antiguas de entre las que hoy se conservan datan del siglo XIX. La serie de seis casitas adosadas que mira al sur está unida por un corredor central que evita salir al exterior cuando la nieve alcanza una gran altura. A su vez, desde estas dependencias se accede a las cuatro largas naves construidas detrás. Cada edificio tiene su dedicación específica.

La granja de Glaumbaer tiene una leyenda muy interesante. En el paso de los siglos X al XI  estuvo habitada por los primeros islandeses que colonizaron Groenlandia y descubrieron la actual Norteamérica. La Saga de los Groenlandeses y la Saga de Eirikur el Rojo se ocupan de este asunto. La segunda habla de Leifur Eriksson y de su hermano Þorsteinn, hijos de Eirikur el Rojo, y habla asimismo de la esposa de Þorsteinn, Guðríður Þorbjarnardóttir, de su segundo marido, Þorfinnur Karlsefni, y del hijo de ambos, Snorri.

Guðríður Þorbjarnardóttir nació hacia el año 980 en Laugarbrekka, al sur de la península de Snaefellsnes. Su primer marido, Þórir, murió en el mar. Guðríður abandonó Islandia junto con su padre, acompañando a Erik el Rojo en ruta a Groenlandia. Casada en segundas nupcias con Þorsteinn, hijo de Erik el Rojo, emprendieron ambos un primer viaje a Vinland, la parte del continente americano que había sido descubierta poco antes por Leifur Eriksson.
Durante un segundo viaje a Groenlandia, una epidemia acabó con la vida de Þorsteinn. Guðríður regresó a Groenlandia y se asentó en Brattahlíð donde se casó por tercera vez con un comerciante llamado Þorfinnur Karlsefni.
Hacia el año 1010, el matrimonio organizó una nueva expedición al continente americano formada por tres barcos con 160 colonos. Según las sagas antes citadas, entre los navegantes estaba Freydís Eiríksdóttir, hermana de Leifur Eiríksson. Durante el primer invierno en Vinland, Guðríður tuvo un hijo que fue llamado Snorri Þorfinnsson. Es el primer europeo nacido en el Nuevo Mundo del que se tiene constancia. Al poco tiempo, la familia tuvo que regresar a Groenlandia y a Islandia. Fue entonces cuando se establecieron en Glaumbaer.
Islandia se había convertido oficialmente al cristianismo. Þorfinnur falleció y, cuando Snorri se hubo casado, Guðríður decidió peregrinar a Roma a fin de expiar sus pecados.  Para asegurarse un feliz retorno, prometió construir una iglesia en Glaumbaer. Snorri la edificó antes de que ella regresase. Guðríður volvió sana y salva y, desde entonces, vivió dentro de la iglesia como una ermitaña.

Seguramente Guðríður Þ. fue una de las mayores y más valientes viajeras de la Edad Media. Hizo hasta ocho travesías por el Atlántico Norte, habitó en América, parió allí un hijo y, ya mayor, atravesó Europa, ida y vuelta, desde el Ártico al Mediterráneo.
La editorial McArthur and Co. de Toronto publicó en el año 2000 el libro de la escocesa Margaret Elphinstone titulado The Sea Road (Los Caminos del Mar), novela histórica que recrea la exploración de los vikingos en el Atlántico Norte desde el punto de vista de Guðríður Þorbjarnardóttir.
Ante la iglesia de Glaumbaer y también en Laugarbrekka (lugar de interés histórico muy cercano a Arnarstapi, en la península de Snaefellsnes) hay sendas reproducciones de la escultura de Asmundur Sveinsson que representa a Guðríður a bordo del drakkar, con su hijo Snorri alzado sobre el hombro izquierdo.
 

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