miércoles, 10 de noviembre de 2010

SNAEFELLSNES (I): del cráter Eldborg a Stykkishólmur

Dedicaremos a la península de Sanaefellsnes tres entradas en este blog, aunque tratar de describirla requeriría mucho más tiempo de estancia allí y mucho más espacio aquí.
                           
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Puesto que alrededor del solsticio de verano no hay noches en Islandia, un día puede ser suficiente –si no hay más remedio- para visitar esta parte del país.
Si el punto de partida es Reykjavík, se ha de tomar la Hringvegur hasta  Borgarnes y continuar desde aquí por la carretera 54.
A punto de entrar en la península, unos 35 kilómetros más allá de Borgarnes, llegando a las proximidades del pequeño río Kaldá, es visible a media distancia, al norooeste, la forma más perfecta o la silueta más idealizada que solemos tener de un volcán quienes no hemos nacido en tierra de volcanes. Se trata del cráter Eldborg, que significa Castillo de Fuego.
El medieval Libro de la Colonización cuenta que un anciano ciego, llamado Þorir, salió un día a pasear por los alrededores de su cabaña y, sorprendentemente, vio cómo un enorme personaje se acercaba navegando en un barco de acero. El gigante echó pie a tierra y caminó hasta llegar a las puertas de la granja Hrip donde alzó su bastón de hierro para clavarlo en el suelo. Esa misma noche se produjo, justamente allí, una erupción cuyo resultado es el cráter Eldborg. Pasaron ya unos 6000 años desde que este área volcánica se encontraba en plena actividad, por lo que la leyenda de Þorir lleva a pensar que la erupción ocurrida en esta fisura fue la última y quizá no ocurrió exactamente en el cráter mayor. El borde de este cono se alza 65 metros sobre el territorio circundante y el diámetro de su boca es de unos 200 metros. Alrededor, el desierto de lava llamado Eldborgarhraun cubre 32 kilómetros cuadrados. Hoy todo está poblado de vegetación y protegido por sus cualidades biológicas,  de manera que la senda de aproximación al cráter nunca debe abandonarse. Si el excursionista tiene el capricho de llegar hasta allí, ha de saber que necesitará emplear más de una hora -ida y vuelta- yendo a buen paso. Debe acercarse a las granjas de Snorrastaðir, aparcar el automóvil y ponerse a caminar por un sendero, entre los arbustos, a lo largo de varios kilómetros, no sé cuántos pero puede que unos seis entre ida y vuelta.  


El cráter Eldborg, la perfecta silueta de un volcán que todos tenemos idealizada. El campo de lava está poblado de arbustos y todo el área está protegida por su calidad biológica. Para la aproximación al cráter, no debe abandonarse nunca el sendero.

Desde la arista del cráter Eldborg se ve toda la costa sur de la península de Snaefellsnes y el glaciar Snaefellsjökull al final. El día en que fue tomada esta fotografía, las nubes y la niebla lo impedían.

En el mapa colocado más arriba, con un punto rojo he señalado la situación del cráter Eldborg. De aquí en adelante, un buen plan de viaje puede consistir en bordear toda la península, empezando por pasar a la costa norte. Para ello, en Vegamót se tomará la carretera 56 y luego la 58. Este recorrido, de unos 41 kilómetros, lleva a Stykkishólmur, la población más septentrional del territorio de Snaefellsnes.


Stykkishólmur tiene poco más de mil habitantes, incluyendo los que viven en las granjas de alrededor. Desde 1550 fue uno de los centros de negocio repartidos por los lugares más estratégicos de la casi inhóspita Islandia. Además de la pesca, durante el verano el turismo es su otra fuente de ingresos. En este puerto hay muy atractivas ofertas para navegar por el Breiðafjörður, el golfo de las mil islas. (No las he contado, ni siquiera sobre el mapa, pero debe de ser cierto que son unas mil). La población de Stykkishólmur se ocupa en la pesca y el turismo o trabaja en un convento de monjas católicas, el edificio más destacado.


Justo en frente del puerto hay un islote llamado Stykkið, que viene a significar “el trozo” o "la pieza" y que da nombre a la población.
Muy cerca del pueblo está también el alto de Helgafell, donde yace Guðrún Ósvífursdóttir, protagonista de la saga medieval Laxdœla. Este manuscrito, obra del siglo XIII, se ocupa de los habitantes del Breiðafjörður desde los años de la colonización hasta comienzos del siglo XI y, en particular, relata lo ocurrido con el triángulo amoroso entre Guðrún Ósvífrsdóttir -"la más bella mujer criada en Islandia”- y dos amigos de infancia, Kjartan Ólafsson y Bolli, cuya vieja relación acaba trágicamente.  


El grabado de Andreas Bloch muestra a una sonriente Guðrún Ósvífrsdóttir que observa cómo Helgi Harðbeinsson limpia con su chal la lanza con la que acaba de matar a Bolli, tercer marido de Guðrún.



Diariamente, el ferry Baldur atraviesa el golfo Breiðafjörður desde Stykkishólmur hasta Brjánslækur, en la costa norte, y hace escala en la más célebre de las mil islas, Flatey. Aunque tiene una superficie menor de dos kilómetros cuadrados, es la mayor de todas y de ahí viene su nombre: Flat (grande) ey (isla). En el año 1172, los monjes agustinos fundaron allí un monasterio, aunque no permanecieron mucho tiempo. Por aquel entonces no debía de haber un lugar más remoto y aislado en todo el mundo conocido por los europeos. Flatey alcanzó una cierta prosperidad a partir de finales del siglo XVIII y la mantuvo hasta época no muy lejana. Actualmente, durante el invierno, permanecen en la isla menos de diez personas, pero en verano sigue habiendo mucha animación.
El puerto de Stykkishólmur es también, durante todo el verano, la base de operaciones para un barco que ofrece la oportunidad de ir navegando de isla en isla durante un par de horas y disfrutar con la observación de miles de aves. Cada islote está colonizado por una especie distinta y el barco, con todo su perímetro protegido por grandes colchones neumáticos, se acerca hasta tocar los acantilados, de manera que los fotógrafos pueden lograr muy buenas imágenes. Además, en los períodos de navegación entre una y otra isla, un tripulante lanza una red de arrastre al agua y extrae gran cantidad y variedad de marisco (shellfish) que los pasajeros degustan allí mismo. (En la foto que coloco a continuación, tomada durante nuestro viaje de 1996, se ve la grúa, la red, la mesa repleta de marisco recién pescado y los pasajeros disfrutando de la comida).





Al oeste de Stykkishólmur, la carretera 54 discurre por un paisaje fantástico. Median unos 34 kilómetros hasta la pequeña población de Grundarfjörðdur y todo el recorrido es una sucesión de rías, bahías, penínsulas, montañas de curiosos perfiles, solitarias granjas y alguna pequeña construcción aislada, a la orilla del mar, cuya finalidad trataremos en el siguiente capítulo titulado SNAEFELLSNES (II): la hora del aperitivo.

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