lunes, 9 de agosto de 2010

REYKJAVÍK (I): MUCHO CAMBIO EN POCOS AÑOS

      
Panorámica desde el campanario de la Halgrímskirkja: a nuestros pies Leifur Ericcson,
hijo de Islandia y descubridor de América, observa la calle Skólavörðustígur.
Al fondo, el puerto de Reykjavík.
  
Desde la torre de la Hallgrímskirkja, el lago Tjörnin. En medio destaca el afilado campanario de la Fríkirkjan. A la derecha, asomado al lago, el moderno edificio de la Raðhúsið, la Casa de la Ciudad. Más allá, sobre la colina, la Landakotskirkja o catedral católica.
  

Laekjartorg: la Casa del Gobierno, sencilla, sin verjas ni automóviles
blindados ni guardia pretoriana.


El bello palacete Hofði y dos actores representando a Ronald Reagan (sin su hermoso cabello) y a Mijail Gorvachev que, en esta casa, sentaron las bases
para el fin de la Guerra Fría.
 

Durante los últimos años, los del crash financiero islandés que condujo a la quiebra de los tres grandes bancos, los rascacielos brotaron a lo largo del Saebraut, el Paseo Marítimo, y el viejo Reykjavík perdió mucho de su encanto.

El contestado edificio de la Ópera, la nueva mole que se construye en el puerto de Reykjavík. (Verano de 2010).

En 1996, por la línea de costa desde el puerto de Reykavík hacia el este y a lo largo de varios kilómetros no había más que la carretera del mar y una franja de terreno despejado, poblada de césped. A medio camino destacaba solitaria la casa Hofdi, el palacete construido en 1909. Este precioso edificio fue escenario de muy importantes encuentros como el de los presidentes de EEUU y de la Unión Soviética, R. Reagan y M. Gorvachov, que en 1986 decidieron aquí el fin de la Guerra Fría. El proceso iniciado entonces tuvo la enorme trascendencia que todos conocemos.
Hoy la casa Hofdi se ve rodeada de rascacielos.La línea del cielo que dibuja el viejo Reykjavík observado desde el paseo costero se empieza a parecer a la de algunas grandes urbes de Europa y América. Junto al puerto están a punto de culminar el nuevo y colosal edificio de la ópera que, por lo que hemos podido detectar, tiene mucha contestación.
El cogollo de la antigua, colorida y manejable capital de Islandia no ha cambiado. La sorprendente -por lo modesta- casa del Gobierno sigue igual, sin ostentación de ningún tipo, sin vallas alrededor, sin policía a la puerta y sin la exhibición de poderosos automóviles blindados y cuadrillas de guardaespaldas que se ven ante los edificios gubernamentales de otras capitales europeas. Esta Casa del Gobierno fue construida en el siglo XVIII como prisión y hemos oído decir por Reykjavík que, aunque la cárcel desapareció hace tiempo, los ladrones siguen dentro. (Este comentario se refiere al gobierno que condujo al reciente crash financiero). Parece que, también aquí, la absoluta liberalización económica, el boom inmobiliario, el desarrollo imparable de la industria de generación eléctrica de origen hidráulico y geotérmico, la instalación de modernas y grandes factorías metalúrgicas en diversos lugares de la isla, la fulgurante transformación de la capital y todo lo demás, ha originado oportunidades magníficas para hacer rápidos, suculentos y sospechosos negocios.
El caso es que Reykjavík parece haber cambiado mucho y deprisa.
Las fotos que preceden a este texto fueron tomadas desde el campanario de la Hallgrimskirkja, la catedral luterana. En una de ellas, la calle Skólavördustígur apunta hacia las proximidades del puerto donde se ven algunos barcos y, a su derecha, las grúas que trabajan en el nuevo edificio de la ópera. Por toda la línea del mar se suceden los flamantes rascacielos, alguno de los cuales alcanza los veinte pisos. En otra foto, la sombra de la torre de la Hallgrímskirja se alarga en la plaza presidida por la estatua de Leifur Ericsson, hijo de Islandia y descubridor de Vinland mucho tiempo antes de que Colón llegara a aquel continente. Una tercera imagen se centra en el Lago Tjörnin y en el corazón de la vieja ciudad. Las demás muestran la casa Hofdi, la sencilla Casa del Gobierno y el aún inacabado edificio de la ópera.

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